Llegué a Estambul desde los paisajes áridos y silenciosos de Capadocia. Dejé atrás la calma de las formaciones rocosas para encontrarme con el bullicio de una ciudad vibrante y llena de contrastes.  
Después de agobiarme en los bazares, visitar las mezquitas y beber mucho café turco, acabé el viaje con una vista brutal desde la Torre de Gálata. Desde arriba, Estambul se mostraba en todo su esplendor: caótica y llena de contrastes. El atardecer se fundió con la noche y me regaló las últimas imágenes que comparto.

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